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jueves, 10 de marzo de 2011

Vibradores




En el año 1880, cansado de masturbar manualmente a sus pacientes, el médico británico Joseph Mortimer Granville patenta el primer vibrador electromecánico con forma fálica. La meta era usarlo en el consultorio médico como una herramienta terapéutica para combatir lo que en la época victoriana se conocía como “Histeria Femenina”. Durante el siglo XIX, el masaje de clítoris es considerado el único tratamiento adecuado contra la histeria, de manera que cientos de mujeres acuden cada día a su médico para que les masajee la zona y les induzca a un “paroxismo histérico”, hoy conocido como orgasmo, ya que se consideraba el deseo sexual femenino reprimido como una enfermedad.

La histeria, supuesta enfermedad que los griegos habían descrito el “útero ardiente”, se convierte en una especie de plaga entre las mujeres de la época. Cualquier comportamiento extraño – ansiedad, irritabilidad, fantasías sexuales – es considerado como un claro síntoma y la paciente es enviada inmediatamente a recibir un masaje relajante. A finales del XIX la cantidad de mujeres que acuden a la consulta es tal, que a los médicos se les acaba por cansar la mano y empiezan a inventar todo tipo de artefactos que les ahorren el trabajo.

 
La variedad de vibradores de aquella época es abrumadora, muchos modelos funcionan con corriente eléctrica, otros lo hacen con baterías o gas, incluso se diseñan algunos que funcionan a pedales (hay que imaginarse al médico pedaleando como Marco Pantani para proporcionarle a su paciente su correspondiente ración de alivio histérico). Los aparatos tienen velocidades que van desde 1.000 a 7.000 pulsaciones por minuto y los precios pronto empiezan a ser asequibles para su uso doméstico. Modelos como el “Barker Universal”, el “Gyro-Lator” o la “Miracle Ball” comienzan a comercializarse a través de los periódicos de tirada nacional. “La vibración es la vida” – rezan algunos anuncios – “Porque tú, mujer, tienes derecho a no estar enferma”.


En muchos catálogos femeninos el vibrador se publicita como “instrumento para la tensión y la ansiedad femenina”. Su uso se promociona como una forma de mantener a las mujeres relajadas y contentas. “La vibración proporciona vida y vigor, fuerza y belleza” – dicen los anuncios – “El secreto de la juventud se ha descubierto en la vibración”. Su comercialización llega a tal extremo que algunos modelos incluyen un recambio adaptable que convierte el vibrador en una batidora.

 
Pese a lo que nos pueda parecer hoy, en aquellos años la aplicación del vibrador sobre el clítoris es tenida por una práctica exclusivamente médica. En la concepción androcéntrica de la época, al no haber contacto con el interior de la vagina, se considera que no hay contacto sexual. Los problemas y los tabúes empiezan más tarde, a partir de 1920, cuando los vibradores aparecen en las primeras películas pornográficas. A partir de ese momento, el vibrador empieza a perder su imagen de instrumento médico y a adquirir connotaciones negativas, hasta quedarse con el carácter algo turbio que tiene en nuestros días.

Historia

 Anuncio de publicidad de 1910.

 Catálogo Sears de 1918 que muestra varios anuncios de vibradores.

El masaje en los genitales se ha utilizado como terapia contra la histeria desde los tiempos de Hipócrates, durante milenios las mujeres han tenido que conformarse con los dedos masculinos para "consolarse".

La autoestimulación femenina estaba muy mal vista y se reprimía física y psíquicamente. Como dijo Avicenna, otro de los fundadores de la medicina moderna, “las mujeres con histeria no deben tocarse: ese es un trabajo para los maridos y los doctores”.

En la primera mitad del siglo XIX, el masaje de clítoris seguía considerándose el único tratamiento eficaz contra la histeria. La mayor parte de los médicos creía que el 75% de las mujeres sufría histeria crónica y, en una cultura falocéntrica que limitaba el sexo a la penetración, los padres y los maridos llevaban a sus damas al médico para que éste les diera un buen masaje de clítoris… y se quedaban tan anchos.

Pero los médicos se cansaron de dar estimulación al clítoris durante horas, días y años, así que inventaron la hidroterapia íntima, es decir, estimular el sexo femenino con un potente chorro de agua procedente de una gran manguera.

A finales del Siglo XIX, los "tratamientos" con vibradores eran uno de los servicios más populares ofrecidos en los balnearios de lujo en Europa y Estados Unidos. El método se puso en marcha en 1860 y fue un éxito (un orgasmo en unos cuatro o cinco minutos), si bien era un sistema caro y poco práctico. Hacía falta algo más manejable y económico.

El primer masajeador vibrante clítoridiano, bautizado con el explícito nombre de “Manipulator”, se fabricó en Inglaterra a mediados de 1870. Era, básicamente, una tosca mesa de madera con un agujero en medio para encajar la pelvis femenina, a la que se aplicaba una esfera vibrante conectada a una máquina de vapor. Pero, aunque funcionaba, seguía siendo un aparato costoso y engorroso.

En la década de 1880, un médico inglés llamado Joseph Mortimer Granville desarrolló el primer vibrador con forma fálica, una máquina de efectos milagrosos, cuyo único problema era su tamaño industrial. La paciente se tumbaba en un diván y el doctor le aplicaba el vibrador electromecánico en la entrepierna, consiguiendo un orgasmo en unos 10 minutos, más o menos.

La empresa Weiss no tardó en fabricar en serie estos instrumentos, reduciendo su tamaño y modificando sus "tripas" para ponerlos en marcha mediante baterías, pedales, manivelas y, finalmente, corriente eléctrica.

La vibración, que iba de 1.000 a 7.000 pulsaciones por minuto, “curaba” hasta a las "histéricas" más recalcitrantes. Los aparatos se fabricaban en serie y se vendían como pan caliente a través de revistas o por prescripción médica.

La compañía estadounidense Hamilton Beach of Racine lanzó en 1902 el primer vibrador eléctrico con la invención del motor eléctrico de pequeño tamaño, para venta comercial, convirtiendo al vibrador en el sexto aparato doméstico en ser electrificado. De hecho, el vibrador eléctrico llegó al mercado mucho antes que otros aparatos domésticos que hoy se consideran esenciales, por ejemplo: nueve años antes de la aspiradora y diez años antes de la plancha eléctrica.

Muchas compañías diseñaron sus propios modelos y las diversas versiones se anunciaban prominentemente como máquinas de masaje anti estrés en revistas y catálogos de costura y modas. Una página del catálogo de Sears de electrodomésticos de 1918 incluye un vibrador portátil con accesorios, anunciado como “muy útil y satisfactorio para el uso casero".

De esta forma, el vibrador vaginal se convirtió en el quinto gadget eléctrico en invadir los hogares, mucho antes que, por ejemplo, la plancha eléctrica.

Poco a poco, los vibradores se fueron haciendo más asequibles y empezaron a ser comprados por particulares para tratar problemas como la "histeria" especialmente persistentes. Modelos como el Miracle Ball-Grip Massager o el Gyro-Lator se hicieron muy célebres e incluso se publicitaron en periódicos con frases como “La vibración que proporciona vida, vigor, fuerza y belleza” o “Instrumentos para la tensión y la ansiedad femenina”.

En 1917, en los hogares norteamericanos había más vibradores que tostadoras; aunque desaparecieron de las consultas de los médicos, seguían considerándose aparatos clínicos para proporcionar relax a las mujeres más inquietas. En la primera mitad del siglo XX, el mercado de este tipo de artefactos estaba en alza, y docenas de prototipos fueron patentados.

A partir de los años 20, con la aparición de las primeras películas pornográficas (stag reels), los vibradores empezaron a perder su buena fama. La más famosa de estas películas fue The nun’s story (no confundir con la de Audrey Hepburn), un filme en el que la mujer del culturista Vic Tanney se quita su disfraz de monjita y se lía a masturbarse con un arcaico vibrador.

Aunque la mayoría de los vibradores estaban destinados a un público femenino, también se diseñaron algunos para uso masculino, incluyendo modelos en forma de cinturón, que se decía ayudaban a estimular la circulación, y vibradores internos para dar masaje y “descargar” la próstata.

La imagen y reputación de los vibradores cambió completamente a mediados del Siglo XX por dos razones. La primera fue que en 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría declaró oficialmente que la histeria femenina no era una enfermedad legítima, sino un mito anticuado. Aún así, el consolador se siguió vendiendo como “tecnología camuflada”, con imaginativos diseños de las más variopintas formas y colores. El segundo motivo fue que la popularidad del cine en general hizo que las películas pornográficas tuvieran más difusión, y varias de ellas mostraban actrices utilizando el vibrador como juguete sexual.

Los catálogos de venta por correo y las revistas femeninas anunciaban consoladores disfrazándolos de aspiradoras, rizadores de pelo, máquinas contra la jaqueca, masajeadores de cuello (como nuestro querido Hitachi Magic Wand) o limpiadores de uñas, entre otras cosas. No era raro que en una reunión de Tupperware organizada por amas de casa sacaran, de pronto, un vibrador.

Los vibradores se vendían disfrazados de utensilios de terapia. Cuando salió a la luz que el tratamiento para la histeria femenina era básicamente una sesión de masturbación (ya que la enfermedad no existía), y el cine porno demostró los hechos en pantalla grande, la gente empezó a ver a los vibradores como objetos de perversión sexual. Esto causó que los vibradores desaparecieran de las revistas femeninas, catálogos y estantes de tiendas populares, como Sears Roebuck, donde se habían vendido por casi medio siglo.

Estas cintas hicieron que los vibradores dejaran de verse como instrumentos clínicos para, poco a poco, ir adquiriendo connotaciones negativas y considerarse como diabólicos juguetes fálicos para saciar la lujuria femenina.

En la actualidad el modo de compra más habitual es a través de los Sex Shop.

Actualidad:

En 1973, en plena explosión del feminismo, la sexóloga americana Betty Dodson empezó a utilizar vibradores en sus talleres de salud sexual femenina,  divulgando la utilización sexual del HITACHI MAGIC WAND, un masajeador corporal con forma de gran micrófono que, según ella, era capaz de espabilar hasta el clítoris más atrofiado. y después de varios años los aparatos fueron reapareciendo en los estantes de tiendas fuera de los Sex Shops.

En 1981, Jacqueline Gold, del Sex Shop Ann Summers, hizo una reunión femenina en una casa para vender y demostrar el funcionamiento de vibradores. Era la explosión de un gran negocio orientado al placer femenino. La mujer tenía, al fin, la sartén por el mango y entraba de lleno y sin cortarse en el mundo de la autoestimulación. Entonces, el consolador volvió al cine para quedarse: hay pocas películas porno en las que no se use un vibrador.

El uso del vibrador recibió otro impulso en 1986, cuando en medio de la crisis del SIDA, el Cirujano General de los Estados Unidos C. Everett Koop lo incluyó en una lista de prácticas de sexo seguro dentro de un paquete de información acerca del SIDA que se envió a 107 millones de familias estadounidenses.

Hoy en día se acepta generalmente que el uso de los vibradores no causa ningún efecto sexual negativo y que se pueden disfrutar en pareja como parte de una relación sexual sana.

Vibradores para la gente con discapacidades

Recobrar la habilidad de tener una vida sexual activa y satisfactoria es el mayor deseo entre las personas que tienen más de un año paralizadas de la cintura para abajo debido a una fractura traumática de la columna vertebral, según los resultados de una encuesta realizada en el año 2004 por el Centro de Investigaciones Reeve-Irvine de la Universidad de California.

Los vibradores pueden tener un rol clave en la vida sexual de estas personas con discapacidades por tres razones:

1.       Para las personas que tienen un control limitado de sus brazos, manos y piernas, el uso de vibradores les puede hacer más fácil estimularse a si mismos y a sus parejas.
2.      Estos aparatos pueden ser la única fuente de estimulación sexual para las personas que por razones médicas tienen un contacto extremadamente limitado con el mundo exterior y muy pocas probabilidades de encontrar pareja.
3.      Para algunos hombres que han sufrido daños a la columna, o que están paralizados por otras lesiones o enfermedades, el uso de vibradores puede ser su única oportunidad de procreación. Cuando la conexión entre el sistema nervioso central y los genitales han sido dañadas, el pene no recibe y no reacciona a los estímulos que le envía el cerebro. Es normal que estos hombres tengan de vez en cuando erecciones espontáneas, pero es raro que lleguen a la eyaculación. Este problema se puede resolver mediante el uso de un vibrador lo suficientemente potente.

Existen varias compañías Estadounidenses y Europeas que se especializan en juguetes sexuales que integran tecnologías de apoyo para la gente con discapacidades. Xandria, por ejemplo, fue fundada en 1974 por una profesora de fisioterapia de San Francisco. Los primeros catálogos de Xandria eran básicamente largas listas de juguetes sexuales con descripciones y críticas detalladas que asignaban puntos según su facilidad de uso para las personas con limitaciones físicas causadas por amputaciones o por enfermedades degenerativas como la artritis.

Mencionando uno de los vibradores más conocidos tenemos:

El Hitachi Magic Wand (varita mágica de Hitachi), es un masajeador eléctrico (también conocido como vibrador) ideal para masajear los músculos y las zonas erógenas como genitales o ano.

Algunos médicos recomiendan su uso a las mujeres para aumentar la sensibilidad de los genitales y la excitación.

Apareció por primera vez en la década de los 70 como un dispositivo médico, pero ahora es ampliamente utilizado como un juguete sexual.

Parte del éxito del Hitachi Magic Wand proviene a que se publicita como un aparato para masajes –para la espalda o los muslos, pero las mujeres rápidamente descubrieron cual era su mejor uso y ha resultado ser el mejor vibrador del mercado. Eso no quiere decir que no haga unos masajes geniales en la espalda, lo que ocurre es que su ‘otra’ función es mucho más placentera.

El dispositivo cuenta con una cabeza redonda suave y flexible de 5,08 cm de diámetro, un asa de 22,86 cm y un cable de 1,83 m que se adjunta al final del mango. Ofrece dos niveles de vibración: 5000 y 6000 rpm, que son controladas por un conmutador.

A diferencia de muchos vibradores, el Hitachi Magic Wang está conectado a un enchufe de pared en lugar de utilizar la energía de una batería. El cabezal –la parte que entra en contacto con la piel- es suave, flexible y agradable al tacto –es importante recordar que es sólo para uso externo-. El cable es lo suficientemente largo –hará algo más de metro y medio- para poder trabajar con él cómodamente en cualquier lugar y, a diferencia de lo que ocurre con las baterías, nunca se queda sin pilas.

Pero el cable le da otra ventaja respecto a sus contrincantes más modernos: la vibración es más ‘potente’. Al ir enchufado no tiene problemas de consumo por lo que puede vibrar más repetidamente y con más fuerza –como contrapartida, hay gente que admite que en cuanto se acostumbran al Hitachi Magic Wand ya no pueden utilizar ningún otro aparato.

Al igual que otros masajeadores personales, la varita se puede utilizar como un masajeador de músculos para relajar y calmar el dolor, aliviar la tensión y rehabilitar algunas lesiones, etc. Los intensos movimientos con vibración del dispositivo contra los músculos, proporcionan un mayor suministro de sangre a estas áreas que ayuda a regenerar los tejidos y la liberación de sensaciones dolorosas.

Hoy estamos tan acostumbrados a los vibradores en particular y a los juguetes eróticos en general que se diría que siempre han estado ahí; pero nada más lejos de la realidad.

Como una evolución radical de dichas reuniones, en 1973, en plena explosión del feminismo, la sexóloga Betty Dodson empezó a dirigir sesiones masturbatorias en grupo para mujeres, divulgando la utilización sexual del HITACHI MAGIC WAND, un masajeador corporal con forma de gran micrófono que, según ella, era capaz de espabilar hasta el clítoris más atrofiado.

En 1981, Jacqueline Gold, del sex shop Ann Summers, hizo una reunión femenina en una casa para vender y demostrar el funcionamiento de vibradores. Era la explosión de un gran negocio orientado al placer femenino. La mujer tenía, al fin, la sartén por el mango y entraba de lleno y sin cortarse en el mundo de la autoestimulación. Entonces, el consolador volvió al cine para quedarse: hay pocas películas porno en las que la actriz no se pegue un buen repaso con el vibrador.

El vibrador como accesorio básico

En pleno siglo XXI, el vibrador es algo socialmente aceptado, un complemento del sexo solitario o en pareja que aparece en la prensa de tendencias y se vende en boutiques eróticas "mixtas" y que todo tipo de mujeres atesoran en sus mesillas o conectan a sus iPod, para alcanzar el clímax a ritmo de sus canciones favoritas.

Ni las celebrities ocultan hoy su afición a las "buenas vibraciones": desde Angelina Jolie y su tampón vibrante con mando a distancia hasta Victoria Beckham y su vibrador de platino y diamantes valorado en dos millones de dólares.

El Hitachi Magic Wand, fue popularizado por las protagonistas de Sexo en Nueva York.

Tomado de Wikipedia