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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Potro de Berkley

A lo largo del siglo XIX la existencia de burdeles especializados en la práctica de la Disciplina Inglesa en Londres y las publicaciones clandestinas (Ramblers, Bon Ton Magazine…) que trataron sobre el tema y se editaban en las islas hicieron que la denominación que los franceses le habían dado a la práctica, “vice anglais” (vicio inglés), gozara de buena salud. Entre los burdeles dedicados a la “disciplina inglesa” gozó de considerable fama y prestigio el de Theresa Berkley (o Berkeley). Las razones del éxito de la Dominatrix Berkley se debía, según el testimonio de Pisanus Fraxi (seudónimo de Henry Spencer Ashbee) en el “Index Librorum Prohibitorum”(1880), a varios factores:

  • Era una cortesana con gran lascivia. Theresa era sumamente educada y tenía buen sentido del humor; estudiaba todos los caprichos, vicios y deseos de su cliente y siempre estaba dispuesta a satisfacerlos, a cambio de una cantidad de dinero.
  • Su gran cantidad de juguetes. Estaba desde ramas de abedul, fustas, látigos de diferentes tamaños, varias clases de varas flexibles; correas gruesas como tirantes de carruaje; cueros duros como almohazas y callosos de tantos años de flagelar, cepillos de acebo, cepillos de aulaga; un arbusto erizado de púas, conocido como rusco o planta del carnicero; y, en verano, jarros de cristal y de porcelana siempre bien surtidos de ortigas frescas. Todo el fuera a su burdel con dinero en cantidad podía ser fustigado, azotado, flagelado, arañado, pinchado, medio ahorcado, restregado con acebo o con aulaga, pinchado con agujas, almohazado, flebotomizado y torturado.

Para la primavera de 1828, la Dominatrix paso a la historia con la creación del potro de Berkley. En la imagen se ve el potro y queda ala imaginación los usos y posibilidades de este.

Al fallecer en 1836 el legado de Theresa era una buena cantidad de dinero y un extensa correspondencia con hombres y mujeres de la alta aristocracia de su país. Ésta fue rápidamente destruida y respecto al dinero una vez que su piadoso hermano, al conocer el origen de éste, lo rechazó y tras la negativa de su albacea testamentario el doctor Vance a administrarlo, la totalidad de sus ingresos y posesiones pasó a manos de la Corona. Excepto el potro de Berkley que fue donado por el doctor Vance a la Sociedad de las Artes, en el Adelphi.

Otra versión del potro de la Berkley.


Tomado de enfer de la Biblioteca Nacional de Francia según el artículo El Infierno del Libro Prohibido del diario El País.